Mordaza liberadora a la prensa
iraquí
Dos meses después de "liberar" a Irak, las autoridades angloestadunidenses y su jefe, Paul Bremer ha decidido controlar la nueva y libre prensa iraquí. Por Robert Fisk, The Independent Paul
Bremer ha ordenado a su departamento legal en Bagdad diseñar las
reglas para censurar a la prensa. Es un chiste, pensé, cuando uno
de los funcionarios de la recién formada Coalición de Autoridad
Provisional me lo dijo confidencialmente la semana pasada.
Pero no, de veras es cierto. Dos meses después de "liberar" a Irak, las autoridades angloestadunidenses y su jefe, Paul Bremer -cuyo hábito de combinar botas militares con traje negro aún asombra a sus colegas- ha decidido controlar la nueva y libre prensa iraquí. Los periódicos que publiquen "notas escandalosas", es decir, material que se considere provocador o capaz de incitar a la violencia étnica, serán amenazados u obligados a cerrar. Es por el bien del pueblo iraquí; entiéndanlo. Una prensa controlada es una prensa responsable, lo cual es exactamente lo que Saddam Hussein solía decir de los periódicos de porquería que producía su régimen. La gente de Bagdad ya debe estar familiarizada con eso. Ahora bien, seamos justos. Muchas de las notas que se publican en los periódicos de Bagdad son mentira. No existe la tradición de corroborar los reportes ni de conceder a la otra parte la oportunidad de dar su versión. Hay constantes informes sobre el comportamiento de las tropas de Estados Unidos. Un periódico afirmó que los soldados estadunidenses distribuyeron a niñas de una escuela postales con mujeres desnudas, e incluso publicó las imágenes, que ostentan palabras en japonés. Es evidente hasta para el más cínico de los occidentales que semejantes mentiras pueden alebrestar sentimientos contra los ocupantes extranjeros de Irak. "El pueblo de Irak ha sido derrotado", escribió en el nuevo periódico Al-Mujaha Waleed Rabia, estudiante de 19 años. "Los invasores están en nuestro país. Los animales salvajes de esta jungla que es nuestro mundo tratan de destrozarnos. Tuvimos tiempos difíciles bajo el antiguo régimen, pero estábamos mejor entonces que ahora. Vean a esas niñas que tienen relaciones sexuales con los estadunidenses en sus tanques o en los baños del hotel Palestina. ¿Qué será de las niñas musulmanas que se casen con extranjeros cristianos? Es inaceptable para cualquier musulmán auténtico o iraquí auténtico..." No es difícil entender la furia que un artículo como éste podría provocar, y la idea de que la presencia angloestadunidense sea tan detestable como la de los torturadores de Saddam repugna inclusive a las mentes más excéntricas. Aunque también sería útil que ciertos oficiales de la policía iraquí no admitieran que, en efecto, están concertando "citas" para las tropas estadunidenses. Lo que los iraquíes necesitan, por supuesto, es ayuda en técnicas periodísticas en vez de censura, cursos para reporteros impartidos por periodistas experimentados provenientes de democracias verdaderas (en lugar de la versión de periodismo que Bremer parece decidido a crear). Es decir, los iraquíes no necesitan una supresión de la libertad de expresión al estilo colonial, que es a lo que conducirá la censura. Pero ahora nos dicen que los imanes de las mezquitas podrían ser censurados si provocan disturbios, lo que obviamente incluirá al imán de la mezquita de la calle Rashid, en las afueras de Bagdad, a quien escuché predicar la semana pasada. "Los estadunidenses deben irse", dijo. "Inmediatamente." Qué cosa más subversiva. Definitivamente podría provocar violencia. Supongo que muy pronto tendremos que decirle adiós al imán de la calle Rashid. Y desde luego, todos sabemos como aplicará las leyes el primer gobierno iraquí pro estadunidense del "nuevo Irak". Adoptará con entusiasmo la ley occidental de censura, así como casi todas las ex colonias aplican las legislaciones represivas de sus antiguos amos imperiales. Me queda muy claro cuáles son las notas que deben ser, al menos, desalentadas. Tomemos por ejemplo el extraordinario anuncio hecho la semana pasada por la Organización de Naciones Unidas (ONU), el cual fue piadosamente pasado por alto por la mayor parte de la prensa occidental: Afganistán nuevamente es el primer productor de opio del mundo. El odioso talibán, bajo su violento régimen, había prohibido la producción de amapola e impedido a los caciques de la Alianza del Norte producir narcóticos. Pero desde el éxito estadunidense en erradicar al talibán, los magnates de las drogas -los mismos muchachos de la Alianza del Norte que fueron aliados de Estados Unidos en la "guerra contra el terror"- han vuelto al negocio. Ni un solo funcionario estadunidense se atreve a comentar este hecho vergonzoso. Es un gran homenaje a los miles que murieron por los crímenes internacionales contra la humanidad el 11 de septiembre de 2001. En cuanto a los iraquíes, ¿qué lecciones debemos sacar en claro? Si los estadunidenses pueden permitir que los narcoterroristas gobiernen de nuevo Afganistán, ¿por qué habrían de ser más morales en Bagdad, donde las drogas han reaparecido para su venta en las calles por cortesía -sí, lo adivinaron- del tráfico afgano de drogas? Que se censure ese reporte. Luego tenemos al alemán Peter Franck, inspector de armas de la ONU, quien dijo a la revista Der Spiegel que la evidencia que presentó Colin Powell al Consejo de Seguridad en febrero pasado de que Saddam tenía armas de destrucción masiva fue sólo "una gran mentira inflada". Parece que decía la verdad el ex inspector de la ONU Scott Ritter, quien desde mucho antes de la guerra afirmaba en foros de todo el mundo que Hussein no poseía tales armas. Ritter dice ahora que si Saddam "hubiera destruido sus armas se habrían encontrado rastros de ello". Hasta ahí llegó la alegre sugerencia de Donald Rumsfeld de que el dictador iraquí se deshizo de sus desagradables sorpresas justo antes de que estadunidenses y británicos protagonizaran su invasión ilegal. "Gran Bretaña y Estados Unidos deben reconocer que mintieron", dice ahora Ritter. Que se censure el reporte. En las afueras del aeropuerto de Bagdad, los estadunidenses mantienen prisioneras a 3 mil personas sin intención alguna de llevarlas a juicio o levantar cargos en su contra. ¿Dónde está Tarek Aziz, el ex viceprimer ministro iraquí? Los estadunidenses dicen que lo tienen. Pero no sabemos dónde. ¿Qué le estarán preguntando? ¿Sobre las armas de destrucción masiva? En lo personal creo que le están preguntando cuánto sabe de las estrechas relaciones que hubo entre Estados Unidos y Saddam después de 1978. De hecho, Aziz sabe demasiado de esa vergonzosa alianza; después de todo, él se reunió varias veces con Donald Rumsfeld. Una cosa es segura. No habrá juicio para Tarek Aziz. Mantener su silencio será la principal prioridad. Pero eso no es algo que los iraquíes deban saber. Que se censure el reporte. Ya que hablamos del aeropuerto de Bagdad, es importante hacer notar que las fuerzas estadunidenses en estas instalaciones sufren ataques con armas de fuego pequeñas todas las noches: repito, todas las noches. Los pilotos también han visto que les apuntan. Algunos aviadores estadunidenses han adoptado la vieja táctica de Vietnam de descender hacias las pistas girando el avión en espirales muy cerradas para no arriesgarse a ser blanco de francotiradores con un descenso convencional. La fuente que me proporcionó este dato es impecable (por si les interesa a los muchachos de inteligencia; se trata de un miembro de la tercera división de Infantería). ¿Pero qué les dice esto a los iraquíes? ¿Que los estadunidenses no pueden mantener el orden? ¿Qué el movimiento de resistencia está en camino de consolidarse? Que se censure el reporte. Luego tenemos que Paul Wolfowitz -Wolfie, como le gusta llamarlo a George W. Bush- ha estado haciendo declaraciones indiscretas sobre los motivos que tuvo su país para invadir a Irak. Cuando se le preguntó en una conferencia en Singapur por qué la amenaza (real) de las armas nucleares de Corea del Norte estaba siendo tratada de forma diferente a la amenaza (menos real) de Irak, Wolfie respondió, según el periódico alemán Die Welt, con una declaración particularmente reveladora: "Veámoslo de forma simple. La diferencia más importante entre Corea del Norte e Irak es que económicamente no teníamos otra opción que Irak. El país está nadando en un mar de petróleo". Esto, por cierto, provino del hombre que le dijo a Vanity Fair que "por razones que tienen mucho que ver con la burocracia dentro del gobierno estadunidense, nos decidimos por un tema en el que todos estaban de acuerdo: las armas de destrucción masiva". Para los iraquíes, esto es material periodístico incendiario. Lo único que tenían en común el partido Baaz y los más acérrimos opositores de Saddam Hussein era la sospecha de que Gran Bretaña y Estados Unidos invadieron el país no por sus armas químicas, biológicas o nucleares ni por interés en el respeto a los derechos humanos, sino por el petróleo. Resulta claro que las palabras de Wolfie son altamente provocadoras y podrían darle propaganda muy valiosa a los "remanentes" de Saddam, que se están volviendo tan letales como los ahora célebres "remanentes" del talibán. Además podrían provocar mucho malestar en la amplia mayoría de los iraquíes, que desea la paz y confía en los estadunidenses. Que se censure el reporte. Y entonces, ¿qué se va a publicar? Bueno, el país es un osario en el que se descubren a diario fosas comunes, además están las visitas a las cámaras de tortura del régimen de Saddam, y las continuas y escandalosas memorias del hombre que asegura haber sido el doble de Saddam. Que se publique cualquier cosa que haga a la gente recordar lo horrible que era Saddam y distraiga su atención de lo que le están haciendo a su país. Bremer trata de conformar a toda prisa su nuevo consejo "consultivo" de sabios iraquíes, al tiempo que se posponen las famosas elecciones democráticas. Mientras tanto, ha despedido a un millón de soldados iraquíes, quienes sin duda están listos para unirse al naciente movimiento de resistencia. Sí; de verdad ha llegado la hora de que haya censura periodística en Irak.
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